lunes

REVANCHA DE PLOMO



UNO


-          De eso hará cosa de tres semanas por lo menos, señor- el hombre hizo un ademán con la mano. -Hacia el Sudoeste.

-          Vale, amigo, con eso me basta.

Child Face dio media vuelta y se encaminó con paso firme hacia los batientes del “Saloon”.

Una voz le frenó en seco:

-          ¿Te acuerdas de mí, Alcott?

El aludido se quedó rígido como un poste.

-          Tú eres Sam “Rápido” Wesster, de Colorado. ¿Qué quieres?- dijo Jimmy sin volverse.

-          Tienes muy buena memoria, Child. Sé lo de tu decadencia.

-          ¿Y  qué?

-          Vengo a matarte.

El movimiento, como en todos estos o parecidos casos, fue general. Las mesas sirvieron de providencial parapeto.

-          ¡Ah, ya! “Rápido” cree que su viejo amigo ya no sabe tirar y por eso asoma las narices.

-          Sabes que tengo muchos amigos. “Zarpa puma” y sus comadrejas te zumbaron de firme y si no llega a ser por el sheriff ni lo cuentas. Estás en declive y tú lo sabes.

-          Ahora, Jimmy Alcott describió media circunferencia al girar. Sólo dijo:

-          ¿Aquí?

-          Qué más da.

“Rápido” Wesster se llevó una mano al vientre. Asombrado, cambió la expresión triunfante de su rostro, al sacarla llena de sangre. Miró incrédulo, estúpido, a “Child Face”. Pegó un manotazo al aire, intentando vanamente apartar de sí la espesa neblina que cubría sus ojos: inútil. Se dobló como se arruga un papel al fuego y quedó tendido cuan largo era en el entarimado del reducido Saloon.

DOS


Fue en Fort Aphajoe, en la divisoria de Nebraska con los dominios sioux del sur de Canadá.

Llevaba en su búsqueda más de tres meses. Al fin dio con ellos. Chuck “Zing” Delony, Freddy Baer y Henry Maxter bebían tranquilamente acodados en la barra del amplio mostrador del único “Saloon”. Esta vez, “Child Face” no esperó ni se anduvo con contemplaciones. Dijo:

-          ¡Maxter, Delony, Baer!

Los tres hombres se volvieron como picados por una víbora.

-          La banda de Bruce Chasson, disuelta y desunida- silabeó Jimmy.

-          -Tanto mejor para mí.

Henry Maxter esbozó una sonrisa.

-          Ya sabemos tu vuelta a las armas, “Child”. Mataste a “Rápido” Dexter en “Hot Cementerio”, Arizona. Pero entonces era uno solo. Ahora somos tres.  Pide socorro, maldito .

Alcott vibró, tenso. En línea, los tres gun-men ofrecían un inconfundible aspecto.

Fue Delony el que primero movió las manos. Y el último. A “Child Face” le brotaron inverosímilmente un par de revólveres del máximo calibre, que, implacables, escupieron plomo seis veces. Pero tres de los tiros fueron innecesarios. Delony y Baer, ya eran cadáveres. Maxter fue el único que consiguió “sacar”. Su bala, arañó rabiosa el brazo derecho de Alcott, en un insignificante rasguño. Pero, inmediatamente, se llevó la mano al pecho. Su tos fue amortiguada por la copiosa sangre que vomitó. Cayó al suelo. Jimmy se arrodillo junto a él.

-          ¿Y Chasson? ¡Contesta!, ¿dónde está Chasson?

Tosió de nuevo Maxter.

-          ¿Está solo? ¿Dónde?

-          No…, reorgani…zó l..la..ban..da

-          ¿Dónde? ¿Dónde está?

-          En …en Winchister, sí… en…

No dijo más. Pero fue lo suficiente.

Winchister, Indiana, pensó Jimmy Alcott.

TRES


-          Como antes, ¿eh, jefe?

-          Mejor- Bruce Chasson soltó una risita. Había engordado más, sin duda, dada la actual posición que ocupaba en Winchister.

-          En dos meses, dueño del banco, del SALOON más importantes, de uno de los mejores ranchos, y dentro de poco, de todos.

De nuevo rió, con esa risa tan desagradable.

-          Y total, con siete hombres.

-          Siete gun-men. De los pocos de la región.

-          Algunos de ellos estarán ahora de vuelta del rancho de Tutson. Ese viejo idiota ya no sirve para llevar su rancho. Tendré que hacerlo yo…

En ese instante, la puerta se abrió y en ella irrumpieron dos hombres de Chasson: Bing y Lou Garret, llevando maniatado a un viejo.

-          ¡Ah, Tutson!- hizo Chasson un ademán de levantarse pero se quedó quieto, sin duda por el mal estado de su cadera izquierda. -¿No?

El viejo miró de frente al bandido. Movió la cabeza negativamente.

-          ¡Nunca! Los perros como tú sólo comerán la carroña, no la fortuna de un hombre honrado.

Los ojillos de Chasson relampaguearon un instante, pero esbozó una sonrisa cruel cuando dijo:

-          Bien, viejo. Veremos qué tal salta tu piel cuando te la arranque a tiras.

Tutson escupió al rostro de “Zarpa puma”, el cual, lanzando una maldición, propinó al indefenso Tutson una salvaje patada. Gimió como un animal herido.

-          ¡Arrancadle la piel hasta que yo diga basta!

Sonaron tres latigazos.

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En ese mismo momento, tres hombres de “Zarpa puma” tenían delante a “Child Face”.

-          Bueno- sonrió Ed Kruger, mientras acariciaba lentamente las culatas nacaradas de sus revólveres. -Se lo diremos todo eso a Chasson.

-          Y decidle también esto- siguió la voz del gun-man de la cara de niño. -No emplearé ningún arma de fuego. El combate será a muerte, pero a puñetazo limpio.

-          ¡Ah ya!- la voz de Kruger se hizo cada vez más burlona.

Una venganza en toda regla. Lástima que eso sea imposible.

“Child Face” sabía por qué decía eso. Y se abstuvo de preguntar nada. Kruger seguía como siempre: cínico, traicionero y fanfarrón.

Los otros, Lombard y Vulner, permanecían a la expectativa.

Ahora, Kruger estaba mirando al techo. Absurdo, pero por eso revelador.

“Child Face” pegó un brinco relámpago, y en sus manos, armadas prodigiosamente, se recortaron las siluetas sensacionales de dos enormes revólveres “Colt” del máximo calibre.

Kruger disparó cuando Jimmy ya no estaba. Y su revólver describió un giro en busca del cuerpo del pistolero.

Demasiado tarde. Desde el suelo, aquella exhalación barrió el terreno disparando en abanico sus armas. Kruger no supo nunca desde dónde disparó el gun-man de la cara de niño. Porque la respuesta, muda pero candente, le arrancó una vida al servicio del “Colt”, una vida que ahora  se le escapaba porque su revólver no había sido más rápido.

Lombard disparó al suelo, pero Alcott se cubría con una mesa. Las balas rebotaron o se incrustaron en la madera, inofensivas. Cuando se dio cuenta de la situación, tembló. Antes de recibir el plomo, Lombard vio la muerte en los “Colts” de Jimmy Alcott. Vio la muerte escupida por dos negros cañones, y chilló como una rata herida, cazada en su agujero. Vulner se había escondido detrás del mostrador, y sus revólveres estaban mudos. El sudor le resbalaba por la frente, y su mano temblaba espasmódicamente.

Reinó un silencio mortal. Vulner, por fin, gritó:

-          ¡Está bien, “Child”! ¡Me entrego!

Tiró su único revólver por encima del mostrador, por el que apareció su cabeza.

-          Sal, Vulner- dijo Alcott.

Vulner lo hizo. Esperó a que Jimmy guardase sus revólveres, y entonces actuó. Traicionero, el hombre de Bruce Chasson sacó velozmente un cuchillo “Bowie” del cinto, en una acción vertiginosa, tanto, que Jimmy Alcott quedó sorprendido. Se echó a un lado, y el cuchillo se clavó a una pulgada de su cabeza. “Child Face” no perdonó. De nuevo, sus revólveres volvieron a entonar aquella diabólica canción, y Vulner, con la expresión desencajada, aguantó de pie hasta seis proyectiles que se le clavaron en el pecho. Porque se quedó muerto al segundo disparo, y su rigidez le impidió doblarse hasta después de que su corazón dejara de latir.

CUATRO


Harvey, Basedow, Cull y Jones estaban en una ciudad fantasma.

Al menos eso parecía el pueble de Winchister, porque ni un alma se veía, aparte de los últimos y más peligrosos hombres de Bruce Chasson. Un silencio helado se había adueñado del lugar, y solo el viento, que levantaba alguna ligera nubecilla de polvo, pululaba lúgubremente. Además, el cielo se había ennegrecido, y un bochorno angustioso se respiraba. La tensión del momento, sin embargo, flotaba en el aire como un algo palpable, que presagiaba tormenta.

Los cuatro hombres de Chasson formaban una imagen espectral, clavados en el centro de la calle principal, con las manos descansando sobre los cinturones-canana. Cuatro caras del Oeste, típicos como el salvaje grito del coyote herido.

Jimmy Alcott, “Child Face”, el hombre cuyos revólveres habían ganado una fabulosa fama a lo largo y ancho del Suroeste, hacía su aparición en el pueblo. Iba a pie, y en su mano derecha llevaba las riendas de su caballo. La distancia que le separaba de los cuatro pistoleros era la ideal para el tiro con arma corta. Se paró.

Siempre habían dicho que los pistoleros que han luchado centenares de veces con la muerte, improvisan algo ante ella. Ahora, eso se cumplió. Los cuatro hombres se dispersaron en un segundo y ya antes de parapetarse en los porches sus manos se veían armadas con revólveres de diferentes calibres.

“Child Face” también improvisó. Se pegó a su cabalgadura, que recibió los impactos, y “sacó”, haciendo fuego contra Harvey. El pistolero se llevó la mano al pecho, y hundió la cabeza en tierra.

El caballo de Alcott cayó al suelo, pero éste siguió detrás de él. Cada disparo de sus enemigos se clavaban en la carne del animal.

Basedow, en su afán de atinar a Jimmy, alzó demasiado la cabeza. Fue fatal. Su cerebro saltó hecho añicos, cuando la bala de Alcott le alcanzó.

Jones y Cully no tiraron. Situados en el mismo lugar, esperaban atentos.

-          ¡Voy a salir! – gritó Cara de niño - ¡Hacedlo vosotros también, con los revólveres en las fundas!

Cully y Jones no fueron, esta vez, cobardes. Salieron los dos a un tiempo, con los revólveres en las pistoleras.

“Child Face” hizo lo mismo. Y la eterna ley del más rápido decidió la vida del más lento. Las manos del gun-man desnudas sin sus “Colts”, los buscaron. Jimmy Alcott vaciló cuando sintió el plomo en el pecho. Antes, su disparo había alcanzado a Cully, pero no pudo evitar el disparo de Jones. Se tiró al suelo y esto le libró de la muerte. La otra bala de Jones solo silbó por encima.

Desde el suelo, el revólver del niño crepitó. Y Jones, hundido el vientre por el impacto, se dobló como un tallo tronchado. La sangre empapaba la camisa del gun-man. Veía como en brumas el terrible espectáculo que le rodeaba. Y aún así, “Child Face”, el luchador, el gun-man, “supo” que Chasson no había muerto y “tenía” que estar allí. Por eso, se volvió como una serpiente herida en busca del último eslabón en su alucinante carrera de muertes. Por una décima de segundo, Bruce Chasson perdió la vida. Rota la cabeza por un disparo, el último y prodigioso disparo del niño, el célebre “Zarpa Puma” murió de repente, con la cabeza agujereada limpiamente por aquellos inauditos revólveres del asombroso gun-man.

Desde ese instante, “Child Face” ha vuelto a su actividad. El Sudoeste entero ha sido espectador de las hazañas de un hombre hecho leyenda, un hombre cuyo destino le impulsó a una vida turbulenta, apoyada por la terrible consistencia de una par de revólveres “Colt” del máximo calibre. Un destino que le impulsó a luchar, y que no respetó su rostro infantil para matar en duelo abierto a los hombres más rápidos de la región, los pistoleros que encontraron la muerte en los “Colts” fabulosos del gun-man con cara de niño.

 
FIN